Leclerc versus U.S. Army
La historia de las difíciles relaciones entre Leclerc y “su” División, de una parte, y los mandos norteamericanos de otra, con ocasión de la liberación de París es, aún hoy en día, fuente de todo tipo de disputas que enlazan con cuestiones tales como la salvaguarda del orgullo nacional francés y sus símbolos y las sospechas de la existencia de un cierto “maquillaje” interesado de la ejecutoria de la 2ªDB en los días posteriores a su desembarco en Utah Beach.. A continuación se ofrece una versión de esta interesante cuestión a partir algunas notas extraídas del artículo que sobre la liberación de París escribió el historiador norteamericano Martín Blumenson, publicado en la revista “World War Two” que nosotros hemos “canibalizado” por su gran interés. Sin duda expresa opiniones que resultan polémicas en Francia y entre los franceses, pero consideramos que la más elemental objetividad aconseja difundirlas.
Los historiadores norteamericanos no son tan benévolos con la ejecutoria de Leclerc como comandante de la 2ªDB como lo son los franceses. Leclerc era escéptico respecto a los Estados Unidos y su servicio con los británicos en el Norte de África le había dado un cierto sesgo antinorteamericano. Como muchos de sus colegas británicos, Leclerc consideraba a los militares USA como unos recién llegados a la guerra, novatos, desentrenados y no muy espabilados. Leclerc creía que las soluciones en el campo de batalla acudían a él de manera instintiva, mientras que los norteamericanos necesitaban mucho tiempo y mucho papeleo para encontrar las respuestas militares adecuadas. Si los americanos hacían estupideces, los franceses debían evitar hacerlas, proclamó ardientemente más de una vez.
Según Martin Blumenson, las opiniones de Leclerc derivaban del resentimiento. Los franceses eran los propietarios de Francia, pero eran los americanos los que estaban haciendo el trabajo de salvarla de los nazis y el destino que habían reservado a su División era ser un mero comparsa que adornaría de color francés la liberación de su patria. Con este planteamiento, fuera cierto o falso, Leclerc iba a poner a prueba, en primer lugar, la paciencia de Patton (Tercer Ejército) y de Haislip (Comandante del XV Cuerpo) y luego la de Bradley (XII Grupo de Ejércitos), Hodges (Primer Ejército) y Gerow (V Cuerpo)
El primer roce llegaría en Argentan, en el momento en el que se buscaba el cierre de la Bolsa de Falaise. Después de la toma de Alençon, la 2ªDB avanzaba hacia Argentan con la 5ª Acorazada norteamericana a a su derecha. Frente a ellos encontraron una meseta boscosa, el famoso forêt d’Ecouves. Hailsip les ordenó evitar el terreno difícil y bordear la ciudad por su lado izquierdo (la 2ª DB) y por el derecho (la 5ª Armoured ). El impetuoso Leclerc no hizo lo que se le ordenó y envió a sus hombres por la izquierda, por el centro y por la derecha, utilizando en este último caso la carretera asignada a los norteamericanos. Para los norteamericanos, Leclerc incumplió la orden, sea por un gesto desafiante de desobediencia o por su inexperiencia como comandante de una división acorazada. Para los franceses, se trató de un caso de error o mala planificación de los responsables norteamericanos. El caso es que la 2ª DB tardó seis horas en atravesar el bosque y durante ese tiempo bloqueó el paso a la 5ª Acorazada norteamericana, dificultando la carrera hacia Argentan. En medio de la confusión subsiguiente, tres divisiones Panzer llegaron a Argentan para defender la ciudad, manteniendo fuera a los aliados. Leclerc y sus hombres se encontraron entonces fijados a las afueras de Argentan y manteniendo la pinza sur de la Bolsa de Falaise.
Al día siguiente de ocurrir estos hechos, el 14 de agosto, Patton envió a parte del XV Cuerpo hacia el Sena, excluyendo a la 2ª DB. Leclerc preguntó a Patton acerca de cuándo su División iría a París, pero Patton le insistió, terminantemente, en que permaneciera donde estaba.
El 15 de agosto Patton escribió en su diario:” Leclerc vino muy excitado. Dijo, entre otras cosas, que si no se le permitía avanzar hacia París dimitiría. Le dije en mi mejor francés que no fuera un niño y que le había dejado el sector más peligroso del frente. Nos despedimos como amigos.”
Después de su audiencia Leclerc escribió a Patton. Argentan, le decía, estaba tranquila. Era tiempo para reunir a sus tropas y marchar sobre París. Patton escribió en su diario: ”Leclerc está afligido otra vez”. En el comienzo de aquel día, Patton se preguntaba si Leclerc obedecería sus órdenes.
Leclerc visitó el cuartel general de Patton esa tarde y encontró allí también a Bradley. Tanto uno como otro aseguraron a Leclerc que tendría el honor de liberar París cuando llegara el momento.
Esas promesas no tranquilizaron a Leclerc. Las tropas americanas estaban mas cerca de París que las suyas. El XV Cuerpo de Hailsip cruzó el Sena el 19 de agosto, 25 millas al sur de la ciudad. El XX Cuerpo del mayor general Walton H. Walker, en Chartres, y el XX Cuerpo del mayor general Gilbert Cook, en Orleáns, estaban también a escasa distancia. Si Eisenhower quería liberar París rápidamente, cualquiera de ambas fuerzas podría hacerlo mucho antes que Leclerc.
Con la marcha del XV Cuerpo de Hailsip, el area de Argentan quedó bajo la responsabilidad del V Cuerpo de Gerow, que formaba parte del Primer Ejército, mandado por Courtney Hodges. Éste invitó a almorzar a Leclerc el 20 de agosto, y así hablarían de París. Aunque Hodges estaba disgustado con los franceses, anotó en su diario que estaba dispuesto a enviar a Leclerc a liberar la capital.
El 21 de agosto, cuando las tropas británicas llegaron a Argentan y tomaron el relevo del V Cuerpo, Gerow agrupó a sus unidades (entre las que estaba, recordemos, la 2ª DB) en zonas de reunión para descansar. Fue en ese momento cuando Leclerc, secretamente, decidió actuar. Envió al teniente coronel Guillebon con 150 hombres en tanques ligeros y transportes blindados con objeto de reconocer el camino hacia París y asegurarse de que, si los norteamericanos decidían entrar en París sin contar con él, esa pequeña fuerza les acompañaría tanto si querían como si no, en representación del gobierno provisional de De Gaulle.
Leclerc escribió a De Gaulle esa tarde. Desafortunadamente, le dijo, no podría enviar al grueso de su División a la capital porque dependía de los suministros norteamericanos y debido a lo que él llamaba “las reglas de la subordinación militar”. Pero lo cierto era que el haber enviado el destacamento de Guillebon ya era una insubordinación en sí misma.
El 22 de agosto Leclerc envió un oficial a Gerow para darle explicaciones acerca de lo que había hecho. Por su parte, Gerow había recibido un mensaje de Patton en el que, a su vez, le pedía explicaciones por la presencia de unidades francesas fuera de la zona asignada al Primer ejército. El mensaje suponía además un implícito cuestionamiento de la capacidad de Gerow para controlar, en este caso, a una de sus unidades. Es fácil suponer cuál debía ser el estado de ánimo de Gerow hacia Leclerc en tales circunstancias. Entregó al oficial de Leclerc una carta en la que le decía que “deseo dejarle claro que la 2ª División Acorazada está bajo mi mando para cualquier propósito y ninguna de sus partes será empleada por usted excepto en la ejecución de misiones asignadas por este cuartel general”. Ordenó a Leclerc que hiciera regresar inmediatamente al destacamento de Guillebon.
Poco dispuesto a obedecer, Leclerc se dirigió rápidamente al cuartel general del Primer Ejército, donde supo que Bradley estaba conferenciando con Eisenhower acerca de París. Entonces Leclerc decidió esperar por si se producían novedades .
Hasta ese momento, la toma de París no había sido prioritaria en la estrategia aliada. Desde luego que se entraría en la capital, y la 2ª DB lo haría, entre otras cosas, porque esa era una de las finalidades para las que se había creado, pero se temía que, no siendo un objetivo militar importante, la toma de París colocaría bajo la responsabilidad del mando aliado el abastecer de toda clase de productos básicos a su numerosa población. Para Eisenhower y para los planificadores aliados las consideraciones militares no deberían ser interferidas por condicionamientos políticos y, aunque políticamente fuera conveniente la entrada en París, no se llevaría a cabo si con ello se perjudicaba el esfuerzo bélico. Sin embargo, los hechos se desencadenaron de forma que se hizo imposible aplicar hasta el final este principio, hasta entonces esencial. Para De Gaulle, un incomodísimo aliado, el alzamiento de la Resistencia en París significaba una extraordinaria complicación que le hizo redoblar sus esfuerzos en exigir la inmediata entrada en la capital, so pena de ordenársela a “su” División, la 2ªDB. Por otra parte, la ciudad corría el riesgo de ser destruida si no se entraba antes de la expiración del alto el fuego pactado, inverosímilmente, entre la Resistencia y el mando alemán. También se encontrarían razones militares: los puentes sobre el Sena eran utilizables para el avance hacia el este, y a cambio de todo esto no existían fuerzas alemanas suficientes para ofrecer una resistencia decidida, pero sí para amenazar los flancos del avance aliado si no eran neutralizadas. Eisenhower tomó entonces la decisión: París sería liberado entonces, le gustase o no, pero sería un liberación “aliada” y no sólo francesa. Leclerc iba a liberar París, dijo Bradley, para ayudar a los franceses a recuperar su orgullo después de cuatro años de ocupación”. Pero las tropas aliadas acompañarían a los franceses en la liberación.
Bradley acudió la misma tarde de su entrevista con Eisenhower al cuartel general de Hodges y allí se encontró a Leclerc, a quien habíamos dejado esperando acontecimientos. Al decirle que debía marchar de inmediato sobre París, Leclerc lanzó un grito de alegría y tomó inmediatamente su avión para acudir al encuentro de su División. Al llegar, y ante los oficiales que le esperaban, dió la famosa orden a Gribius:”Mouvement inmediat sur Paris!” Según la versión francesa, la orden fue cumplida de inmediato, pero Blumenson describe los acontecimientos de otra forma.
Bradley había acordado con Hodges que la participación no francesa en la liberación de París debía ser comandada por Gerow, al que le correspondía ese “momento de gloria” al ser, al menos nominalmente, el superior de Leclerc. Iría también, por tanto, la 4ª División de Infantería, tropas de reconocimiento también norteamericanas y un contingente británico pactado con Mongomery. Dejarían a los franceses el honor de entrar los primeros, pero también estaría allí mostrando sus banderas nacionales.
Según Blumenson, a la caída de la tarde, Gerow telefoneó a Leclerc y le dijo que no esperaba una oposición seria. Le ordenó iniciar la marcha a París esa misma noche, pero contrariamente a lo ordenado, Leclerc esperó hasta el día siguiente por la mañana. La supuesta desobediencia de Leclerc parece más ficticia que real.De acuerdo con otras fuentes, los preparativos de la marcha habrían retrasado la salida algunas horas, pero no voluntariamente, cosa que, por lo demás, resultaría inexplicable.
De acuerdo con los planes de Gerow, sus fuerzas avanzaron sobre París por dos caminos. La columna del norte, a la que correspondía el esfuerzo principal, consistía en el grueso de la 2ª DB, algunos elementos de reconocimiento y de ingenieros norteamericanos y cuatro batallones de artillería del V Cuerpo. La columna del sur consistía en un Groupement, la mayoría de la caballería Americana, el cuartel general del V Cuerpo y la 4ª División de Infantería, en ese orden. Los británicos no hicieron acto de presencia.
Las columnas hicieron un buen progreso. A la caída de la noche del día 23 estaban a menos de 20 millas de la capital y Leclerc había llegado a Rambouillet. Allí recibió las informaciones proporcionadas por sus elementos de reconocimiento y por civiles acerca de las defensas alemanas, presuntamente más sólidas de las esperadas. Presumiendo que la resistencia sería más débil en el sur, Leclerc sustituyó la trayectoria del esfuerzo principal del norte al sur buscando mayor velocidad, pero la decisión resultó desafortunada en tres aspectos: el camino elegido resultó ser el mejor defendido por los alemanes, la División se colocó fuera del alcance de la artillería divisionaria y se metió en la ruta de avance reservada a la 4ª División de Infantería.
¿Por qué hizo esto Leclerc? Puede que fuera remiso a atacar a través de Versalles y perjudicar sus monumentos. Quizás se sintió atraído por la ancha carretera de Orleáns a París, o simplemente deseaba tomar sus propias decisiones al margen del control norteamericano en un asunto como la liberación de la capital, que consideraba un asunto estrictamente francés.
La División atacó la tarde del 24. La columna del norte combatió con fiereza para ganar unas quince millas y por la tarde sus tropas habían alcanzado el puente de Sèvres, sobre el Sena. Todavía estaba intacto y unos cuantos carros consiguieron cruzarlo y entrar en el suburbio de Boulogne-Billancourt. Ahora París estaba a menos de dos millas por la Porte de St. Cloud, pero las tropas de la columna norte permanecieron donde estaban, rodeados de civiles entusiastas que les recibieron con flores, besos y vino, como libertadores. La columna principal, en el sur, avanzó cerca de 13 millas con gran dificultad. La cabeza de la columna estaba todavía a cinco millas de la entrada más próxima, la Porte D’Orleans, y a ocho del centro de París.
Mientras tanto, la supuesta expiración del armisticio en la capital a mediodía del día 24 inquietaba a los norteamericanos. Era increíble para ellos que los franceses hubieran hecho tan poco progreso, parecían faltos de resolución. Más tarde Bradley diría que “se habían atascado de mala gana ante una muralla de paisanos...retrasando el avance francés con vino y celebraciones”. Por su parte, para Gerow el ataque de Leclerc parecía falto de entusiasmo, y esperando incitar a los franceses para un esfuerzo mayor, Gerow preguntó a Bradley si podía enviar a la 4ª División a París de inmediato. Bradley estaba preocupado por la posibilidad de que la ciudad fuera destruída mientras que los franceses “bailaban por la carretera”. Así que ordenó a Gerow que avanzara y que entrase en París sin esperar a los franceses.
Gerow informó al general Barton, comandante de la 4ª División y a Leclerc de que ya no había precedencia en favor de la 2ªDB y que la 4ª de Infantería también entraría en París. Al recibir esta información, Leclerc hizo un nuevo intento para llegar a París durante la noche del 24, pero no pudo contar con la columna norte porque el contacto entre columnas se había interrumpido y no podía reestablecerse. Así que tomó la decisión de enviar una pequeña columna que por caminos y calles secundarios alcanzaría el Hôtel de Ville antes de la medianoche del 24. Sería la columna de Dronne, con la Nueve como fuerza principal.
Algunas de las consideraciones de Blumenson (y de Bradley) son injustas: es cierto que la población, con sus celebraciones, retrasó el avance de las columnas de la 2ªDB, pero no pueden aceptarse sus comentarios de menosprecio. La resistencia alemana fue real, y la 2ª DB sufrió más de trescientas bajas y perdió 35 carros, 6 cañones autopropulsados y 111 vehículos de otras clases durante los combates a las afueras de París. Pero también es cierto que Leclerc se equivocó al escoger el eje de su avance y que su falta de comunicación con la columna norte fue un grave fallo en el ejercicio del mando. Es posible que pagase así su inexperiencia como comandante de una División Acorazada “a la americana”, un tipo de unidad con unas dimensiones y una complejidad muy distintas de las que hasta entonces había tenido oportunidad de mandar en combate. O quizás, simplemente, tomó decisiones muy afectadas por consideraciones ajenas a la las reglas tácticas y políticamente condicionadas. En todo caso, una vez que París había sido liberado, Bradley decidió discretamente volver a poner a la 2ª DB bajo la autoridad de Patton, a la vista de que las relaciones entre Leclerc y Gerow eran imposibles. Y lo cierto es que la ejecutoria de la 2ª DB en la batalla por Lorena, librada el mes siguiente, fue reconocida unánimemente como brillante.
Pero esa es otra historia.
Los historiadores norteamericanos no son tan benévolos con la ejecutoria de Leclerc como comandante de la 2ªDB como lo son los franceses. Leclerc era escéptico respecto a los Estados Unidos y su servicio con los británicos en el Norte de África le había dado un cierto sesgo antinorteamericano. Como muchos de sus colegas británicos, Leclerc consideraba a los militares USA como unos recién llegados a la guerra, novatos, desentrenados y no muy espabilados. Leclerc creía que las soluciones en el campo de batalla acudían a él de manera instintiva, mientras que los norteamericanos necesitaban mucho tiempo y mucho papeleo para encontrar las respuestas militares adecuadas. Si los americanos hacían estupideces, los franceses debían evitar hacerlas, proclamó ardientemente más de una vez.
Según Martin Blumenson, las opiniones de Leclerc derivaban del resentimiento. Los franceses eran los propietarios de Francia, pero eran los americanos los que estaban haciendo el trabajo de salvarla de los nazis y el destino que habían reservado a su División era ser un mero comparsa que adornaría de color francés la liberación de su patria. Con este planteamiento, fuera cierto o falso, Leclerc iba a poner a prueba, en primer lugar, la paciencia de Patton (Tercer Ejército) y de Haislip (Comandante del XV Cuerpo) y luego la de Bradley (XII Grupo de Ejércitos), Hodges (Primer Ejército) y Gerow (V Cuerpo)
El primer roce llegaría en Argentan, en el momento en el que se buscaba el cierre de la Bolsa de Falaise. Después de la toma de Alençon, la 2ªDB avanzaba hacia Argentan con la 5ª Acorazada norteamericana a a su derecha. Frente a ellos encontraron una meseta boscosa, el famoso forêt d’Ecouves. Hailsip les ordenó evitar el terreno difícil y bordear la ciudad por su lado izquierdo (la 2ª DB) y por el derecho (la 5ª Armoured ). El impetuoso Leclerc no hizo lo que se le ordenó y envió a sus hombres por la izquierda, por el centro y por la derecha, utilizando en este último caso la carretera asignada a los norteamericanos. Para los norteamericanos, Leclerc incumplió la orden, sea por un gesto desafiante de desobediencia o por su inexperiencia como comandante de una división acorazada. Para los franceses, se trató de un caso de error o mala planificación de los responsables norteamericanos. El caso es que la 2ª DB tardó seis horas en atravesar el bosque y durante ese tiempo bloqueó el paso a la 5ª Acorazada norteamericana, dificultando la carrera hacia Argentan. En medio de la confusión subsiguiente, tres divisiones Panzer llegaron a Argentan para defender la ciudad, manteniendo fuera a los aliados. Leclerc y sus hombres se encontraron entonces fijados a las afueras de Argentan y manteniendo la pinza sur de la Bolsa de Falaise.
Al día siguiente de ocurrir estos hechos, el 14 de agosto, Patton envió a parte del XV Cuerpo hacia el Sena, excluyendo a la 2ª DB. Leclerc preguntó a Patton acerca de cuándo su División iría a París, pero Patton le insistió, terminantemente, en que permaneciera donde estaba.
El 15 de agosto Patton escribió en su diario:” Leclerc vino muy excitado. Dijo, entre otras cosas, que si no se le permitía avanzar hacia París dimitiría. Le dije en mi mejor francés que no fuera un niño y que le había dejado el sector más peligroso del frente. Nos despedimos como amigos.”
Después de su audiencia Leclerc escribió a Patton. Argentan, le decía, estaba tranquila. Era tiempo para reunir a sus tropas y marchar sobre París. Patton escribió en su diario: ”Leclerc está afligido otra vez”. En el comienzo de aquel día, Patton se preguntaba si Leclerc obedecería sus órdenes.
Leclerc visitó el cuartel general de Patton esa tarde y encontró allí también a Bradley. Tanto uno como otro aseguraron a Leclerc que tendría el honor de liberar París cuando llegara el momento.
Esas promesas no tranquilizaron a Leclerc. Las tropas americanas estaban mas cerca de París que las suyas. El XV Cuerpo de Hailsip cruzó el Sena el 19 de agosto, 25 millas al sur de la ciudad. El XX Cuerpo del mayor general Walton H. Walker, en Chartres, y el XX Cuerpo del mayor general Gilbert Cook, en Orleáns, estaban también a escasa distancia. Si Eisenhower quería liberar París rápidamente, cualquiera de ambas fuerzas podría hacerlo mucho antes que Leclerc.
Con la marcha del XV Cuerpo de Hailsip, el area de Argentan quedó bajo la responsabilidad del V Cuerpo de Gerow, que formaba parte del Primer Ejército, mandado por Courtney Hodges. Éste invitó a almorzar a Leclerc el 20 de agosto, y así hablarían de París. Aunque Hodges estaba disgustado con los franceses, anotó en su diario que estaba dispuesto a enviar a Leclerc a liberar la capital.
El 21 de agosto, cuando las tropas británicas llegaron a Argentan y tomaron el relevo del V Cuerpo, Gerow agrupó a sus unidades (entre las que estaba, recordemos, la 2ª DB) en zonas de reunión para descansar. Fue en ese momento cuando Leclerc, secretamente, decidió actuar. Envió al teniente coronel Guillebon con 150 hombres en tanques ligeros y transportes blindados con objeto de reconocer el camino hacia París y asegurarse de que, si los norteamericanos decidían entrar en París sin contar con él, esa pequeña fuerza les acompañaría tanto si querían como si no, en representación del gobierno provisional de De Gaulle.
Leclerc escribió a De Gaulle esa tarde. Desafortunadamente, le dijo, no podría enviar al grueso de su División a la capital porque dependía de los suministros norteamericanos y debido a lo que él llamaba “las reglas de la subordinación militar”. Pero lo cierto era que el haber enviado el destacamento de Guillebon ya era una insubordinación en sí misma.
El 22 de agosto Leclerc envió un oficial a Gerow para darle explicaciones acerca de lo que había hecho. Por su parte, Gerow había recibido un mensaje de Patton en el que, a su vez, le pedía explicaciones por la presencia de unidades francesas fuera de la zona asignada al Primer ejército. El mensaje suponía además un implícito cuestionamiento de la capacidad de Gerow para controlar, en este caso, a una de sus unidades. Es fácil suponer cuál debía ser el estado de ánimo de Gerow hacia Leclerc en tales circunstancias. Entregó al oficial de Leclerc una carta en la que le decía que “deseo dejarle claro que la 2ª División Acorazada está bajo mi mando para cualquier propósito y ninguna de sus partes será empleada por usted excepto en la ejecución de misiones asignadas por este cuartel general”. Ordenó a Leclerc que hiciera regresar inmediatamente al destacamento de Guillebon.
Poco dispuesto a obedecer, Leclerc se dirigió rápidamente al cuartel general del Primer Ejército, donde supo que Bradley estaba conferenciando con Eisenhower acerca de París. Entonces Leclerc decidió esperar por si se producían novedades .
Hasta ese momento, la toma de París no había sido prioritaria en la estrategia aliada. Desde luego que se entraría en la capital, y la 2ª DB lo haría, entre otras cosas, porque esa era una de las finalidades para las que se había creado, pero se temía que, no siendo un objetivo militar importante, la toma de París colocaría bajo la responsabilidad del mando aliado el abastecer de toda clase de productos básicos a su numerosa población. Para Eisenhower y para los planificadores aliados las consideraciones militares no deberían ser interferidas por condicionamientos políticos y, aunque políticamente fuera conveniente la entrada en París, no se llevaría a cabo si con ello se perjudicaba el esfuerzo bélico. Sin embargo, los hechos se desencadenaron de forma que se hizo imposible aplicar hasta el final este principio, hasta entonces esencial. Para De Gaulle, un incomodísimo aliado, el alzamiento de la Resistencia en París significaba una extraordinaria complicación que le hizo redoblar sus esfuerzos en exigir la inmediata entrada en la capital, so pena de ordenársela a “su” División, la 2ªDB. Por otra parte, la ciudad corría el riesgo de ser destruida si no se entraba antes de la expiración del alto el fuego pactado, inverosímilmente, entre la Resistencia y el mando alemán. También se encontrarían razones militares: los puentes sobre el Sena eran utilizables para el avance hacia el este, y a cambio de todo esto no existían fuerzas alemanas suficientes para ofrecer una resistencia decidida, pero sí para amenazar los flancos del avance aliado si no eran neutralizadas. Eisenhower tomó entonces la decisión: París sería liberado entonces, le gustase o no, pero sería un liberación “aliada” y no sólo francesa. Leclerc iba a liberar París, dijo Bradley, para ayudar a los franceses a recuperar su orgullo después de cuatro años de ocupación”. Pero las tropas aliadas acompañarían a los franceses en la liberación.
Bradley acudió la misma tarde de su entrevista con Eisenhower al cuartel general de Hodges y allí se encontró a Leclerc, a quien habíamos dejado esperando acontecimientos. Al decirle que debía marchar de inmediato sobre París, Leclerc lanzó un grito de alegría y tomó inmediatamente su avión para acudir al encuentro de su División. Al llegar, y ante los oficiales que le esperaban, dió la famosa orden a Gribius:”Mouvement inmediat sur Paris!” Según la versión francesa, la orden fue cumplida de inmediato, pero Blumenson describe los acontecimientos de otra forma.
Bradley había acordado con Hodges que la participación no francesa en la liberación de París debía ser comandada por Gerow, al que le correspondía ese “momento de gloria” al ser, al menos nominalmente, el superior de Leclerc. Iría también, por tanto, la 4ª División de Infantería, tropas de reconocimiento también norteamericanas y un contingente británico pactado con Mongomery. Dejarían a los franceses el honor de entrar los primeros, pero también estaría allí mostrando sus banderas nacionales.
Según Blumenson, a la caída de la tarde, Gerow telefoneó a Leclerc y le dijo que no esperaba una oposición seria. Le ordenó iniciar la marcha a París esa misma noche, pero contrariamente a lo ordenado, Leclerc esperó hasta el día siguiente por la mañana. La supuesta desobediencia de Leclerc parece más ficticia que real.De acuerdo con otras fuentes, los preparativos de la marcha habrían retrasado la salida algunas horas, pero no voluntariamente, cosa que, por lo demás, resultaría inexplicable.
De acuerdo con los planes de Gerow, sus fuerzas avanzaron sobre París por dos caminos. La columna del norte, a la que correspondía el esfuerzo principal, consistía en el grueso de la 2ª DB, algunos elementos de reconocimiento y de ingenieros norteamericanos y cuatro batallones de artillería del V Cuerpo. La columna del sur consistía en un Groupement, la mayoría de la caballería Americana, el cuartel general del V Cuerpo y la 4ª División de Infantería, en ese orden. Los británicos no hicieron acto de presencia.
Las columnas hicieron un buen progreso. A la caída de la noche del día 23 estaban a menos de 20 millas de la capital y Leclerc había llegado a Rambouillet. Allí recibió las informaciones proporcionadas por sus elementos de reconocimiento y por civiles acerca de las defensas alemanas, presuntamente más sólidas de las esperadas. Presumiendo que la resistencia sería más débil en el sur, Leclerc sustituyó la trayectoria del esfuerzo principal del norte al sur buscando mayor velocidad, pero la decisión resultó desafortunada en tres aspectos: el camino elegido resultó ser el mejor defendido por los alemanes, la División se colocó fuera del alcance de la artillería divisionaria y se metió en la ruta de avance reservada a la 4ª División de Infantería.
¿Por qué hizo esto Leclerc? Puede que fuera remiso a atacar a través de Versalles y perjudicar sus monumentos. Quizás se sintió atraído por la ancha carretera de Orleáns a París, o simplemente deseaba tomar sus propias decisiones al margen del control norteamericano en un asunto como la liberación de la capital, que consideraba un asunto estrictamente francés.
La División atacó la tarde del 24. La columna del norte combatió con fiereza para ganar unas quince millas y por la tarde sus tropas habían alcanzado el puente de Sèvres, sobre el Sena. Todavía estaba intacto y unos cuantos carros consiguieron cruzarlo y entrar en el suburbio de Boulogne-Billancourt. Ahora París estaba a menos de dos millas por la Porte de St. Cloud, pero las tropas de la columna norte permanecieron donde estaban, rodeados de civiles entusiastas que les recibieron con flores, besos y vino, como libertadores. La columna principal, en el sur, avanzó cerca de 13 millas con gran dificultad. La cabeza de la columna estaba todavía a cinco millas de la entrada más próxima, la Porte D’Orleans, y a ocho del centro de París.
Mientras tanto, la supuesta expiración del armisticio en la capital a mediodía del día 24 inquietaba a los norteamericanos. Era increíble para ellos que los franceses hubieran hecho tan poco progreso, parecían faltos de resolución. Más tarde Bradley diría que “se habían atascado de mala gana ante una muralla de paisanos...retrasando el avance francés con vino y celebraciones”. Por su parte, para Gerow el ataque de Leclerc parecía falto de entusiasmo, y esperando incitar a los franceses para un esfuerzo mayor, Gerow preguntó a Bradley si podía enviar a la 4ª División a París de inmediato. Bradley estaba preocupado por la posibilidad de que la ciudad fuera destruída mientras que los franceses “bailaban por la carretera”. Así que ordenó a Gerow que avanzara y que entrase en París sin esperar a los franceses.
Gerow informó al general Barton, comandante de la 4ª División y a Leclerc de que ya no había precedencia en favor de la 2ªDB y que la 4ª de Infantería también entraría en París. Al recibir esta información, Leclerc hizo un nuevo intento para llegar a París durante la noche del 24, pero no pudo contar con la columna norte porque el contacto entre columnas se había interrumpido y no podía reestablecerse. Así que tomó la decisión de enviar una pequeña columna que por caminos y calles secundarios alcanzaría el Hôtel de Ville antes de la medianoche del 24. Sería la columna de Dronne, con la Nueve como fuerza principal.
Algunas de las consideraciones de Blumenson (y de Bradley) son injustas: es cierto que la población, con sus celebraciones, retrasó el avance de las columnas de la 2ªDB, pero no pueden aceptarse sus comentarios de menosprecio. La resistencia alemana fue real, y la 2ª DB sufrió más de trescientas bajas y perdió 35 carros, 6 cañones autopropulsados y 111 vehículos de otras clases durante los combates a las afueras de París. Pero también es cierto que Leclerc se equivocó al escoger el eje de su avance y que su falta de comunicación con la columna norte fue un grave fallo en el ejercicio del mando. Es posible que pagase así su inexperiencia como comandante de una División Acorazada “a la americana”, un tipo de unidad con unas dimensiones y una complejidad muy distintas de las que hasta entonces había tenido oportunidad de mandar en combate. O quizás, simplemente, tomó decisiones muy afectadas por consideraciones ajenas a la las reglas tácticas y políticamente condicionadas. En todo caso, una vez que París había sido liberado, Bradley decidió discretamente volver a poner a la 2ª DB bajo la autoridad de Patton, a la vista de que las relaciones entre Leclerc y Gerow eran imposibles. Y lo cierto es que la ejecutoria de la 2ª DB en la batalla por Lorena, librada el mes siguiente, fue reconocida unánimemente como brillante.
Pero esa es otra historia.